lunes, 8 de febrero de 2016

¿Que habrá despues?

¿Quién puede asegurar qué fantásticos espectros veremos en el instante de nuestra muerte? La habitación carecía de los elementos esenciales para los amantes del terror clasico. Limpia, pulcra hasta el ridículo. Ella duerme, su mente desconectada de toda realidad. La noche es apacible, cálida. La luz de la luna se derrama sobre la pared.

Pero a pesar de lo prosaico de la situación, lo ominoso se hace presente.
Primero una corriente eléctrica recorre la columna de la niña, algo que no tiene conexión con su mente, algo físico; la sacude en un espasmo violento que la arranca del sueño. Su cuerpo supo antes que su mente lo que sucedía, había algo en la habitación.
Cubierta con una manta permaneció inmóvil. Su cerebro buscaba desesperadamente un argumento que contradiga aquel miedo irracional y absurdo; pero su cuerpo no respondía a este llamado a la sensatez, se obstinaba en mantener los músculos tensos. Las fosas nasales, dilatadas para inhalar la mayor cantidad de oxígeno posible, parecían las de un animal acorralado...
"No hay nadie"...
Sus ojos recorrían la habitación con una velocidad frenética. Su mente racional estaba estancada repitiendo estúpidamente: "No hay nadie. No. Nadie". Pero esa parte del cerebro inaccesible para la mente racional estaba determinada a mantenerse alerta. Hizo un enorme ejercicio de la voluntad para tratar de dominarse, pero fue inútil.
"Enciende la luz..."
Pensó en su padre, quién ahuyentaba sus infantiles terrores encendiendo la luz del velador, haciéndola sentir un poco tonta por temer algo que sin duda...
"No la enciendas..."
Se detuvo en el momento en que su mano se estiraba hacia el interruptor
"Si la enciendes, lo vas a ver..."
Paralizado su cuerpo, sus ojos se posaron en un rincón de la habitación. Las sombras danzaban alegremente sobre la pared, en algún lugar de la noche ladraba un perro.
"Ahí está... en el rincón..."
Los segundos se estiraban en una angustia indecible. El tiempo se convirtió en algo físico, pegajoso. Ella miraba hacia el ángulo de la habitación. No parpadeaba. En un último y desesperado intento, su yo racional trató de calmarla.
"Ahí no hay nadie. Son sombras y Luna, nada más".
En ese momento le pareció que el bulto del rincón se movía, acaso captando que se dudaba de su existencia. El movimiento fué leve, apenas perceptible, pero innegable. Lo que ella podía entrever desde su posición era una figura, que bien podía ser humana, de pie en el rincón de la habitación.
En este punto algo sorprendente ocurrió en su interior. El horror no cedió, pero dejó de bloquear los procesos mentales, seguía en posesión de su cuerpo en tanto la amenaza continuase; pero liberó su consciencia para que analizara la mejor manera de salir de aquella desesperada situación. Intentó hablar, pero al principio solo pudo producir un susurro que apenas si podía oírse a los pies de la cama.
_ Marco...
Fue consciente de que había dicho el nombre de su hermano, aunque desconocía porqué a pesar de la enorme variedad de monstruos conocidos había pensado justamente en su hermano, quién siempre la había querido...
"Pensaste en él porque está muerto..."
_ Marco, ¿eres tu?_ alcanzó a decir.
La figura del rincón siguió inmóvil durante algunos instantes, luego su cuerpo se inclinó levemente hacia adelante, sacando el rostro de las tinieblas; la luz de la luna alcanzó el rostro de la figura, un segundo apenas. Lo suficiente como para que ella sepa que no era su hermano, sino algo infinitamente peor.
Toda resistencia se derrumbó. La figura supuraba un odio negro e inhumano que era palpable. La habitación se llenó de un hedor insoportable. Aquello que estaba en el rincón de la habitación dio un paso adelante.
Su boca se contorsionaba en una mueca que intentaba ser una sonrisa; sus ojos eran pozos negros dónde era imposible vislumbrar algún rasgo humano. Imposible discutir, imposible razonar con aquel ser que era más bien una voluntad siniestra; sin pasiones, sin deseos; sólo odio y espanto.
Ella se abandonó y se hundió en aquellos pozos negros que eran sus ojos.
El cuerpo sin vida de la niña fue encontrado a la mañana siguiente. Sus ojos miraban estúpidamente hacia el rincón de la habitación. Derrame cerebral, dijeron los médicos. Nadie discutió un argumento tan razonable.
El mundo es misterioso. Después de todo, ¿quién puede decir qué veremos en el instante de nuestra muerte?......

He vuelto :3

He vuelto chicos!!!Tras un largo tiempo en espera he vuelto para seguir subiendo contenido esperó que os guste:3

domingo, 2 de marzo de 2014

El Circo

Yo adoraba ir al circo, pero después de lo que me sucedió, aborrezco ir al circo y aún más a los payasos. Era un día corriente en mi ciudad. Mi hermana pequeña y yo habíamos escuchado de que un nuevo circo había llegado y que las primeras 3 funciones eran gratis, pero por supuesto, nadie iba a ir después de la primera función. Mis padres no querían que nosotros fuéramos ya que era un espectáculo en el cuál los niños eran los únicos que podían entrar. Eso nos parecía sospechoso a toda la ciudad, pero había algo hipnótico en ese circo que atraía a todos los niños.


La noche de la primera función, mi hermana y yo escapamos de casa para ir al circo, ese ha sido mi mayor error en toda mi vida, el cuál le costó la vida a mi pequeña hermana. El show empezó como cualquier otro, todos estábamos tan emocionados, en eso, apareció un carro miniatura, de esos que utilizan los payasos, ahí fue cuando las cosas se pusieron aterradoras. La música de fondo se empezó a distorsionar, las luces se apagaron de golpe, escuche varios gritos y de pronto se encendieron las luces en una tonalidad escarlata, me di cuenta que mi hermana ya no estaba a lado mío. Del coche bajaron 3 payasos con sonrisas diabólicas, los tres rieron al unísono. Todavía recuerdo esa risa, una risa ronca y hueca, como si se tratase de un león ahogándose. Los payasos corrieron hacia la primero fila y tomaron a cuantos niños pudieron, los metieron al cochecito y repitieron el proceso una y otra vez. Los espectadores trataron de huir pero era imposible, había más payasos custodiando las salidas. Cada vez había más y más payasos. Entre la multitud pude ver a mi hermana llorando en una esquina del circo, fui por ella, la cargué y me di la vuelta y noté que ya no quedaba nadie más. Corrí hacia la salida y mi hermana me susurró al oído: “Ríe, ríe ¡Ríe!” Cuando la vi a la cara, note que esa, ya no era mi hermana, tenía la cavidad de los ojos vacía, brotando de ella sangre, el vestido ensangrentado y una sonrisa de oreja a oreja y un maquillaje blanco. Ella empezó a reír al igual que los payasos que se acercaban a mi alrededor. Pensé, este es mi fin, ¡Voy a morir! Pero no fue así. Un payaso me tomó por la espalda, al mismo tiempo que otro me arañaba el abdomen, dieron la vuelta y me extirparon los ojos, me dejaron botado en un charco de sangre mientras yo reía. No paraba de reír. Salí del circo a rastras de ese lugar diabólico. Le conté a la policía los sucedido en ese lugar. Nadie me creyó. El circo ya no estaba. Me he vuelto loco, soy un esquizofrénico según mis doctores. Pero aún sigo escuchando esas risas, no se van de mi cabeza. Y lo que más me remuerde la conciencia es que “El Circo” pueda ir a tu ciudad a visitarte. Ya te he advertido, pero aún así, se que no escaparas de sus garras, así que solo…¡RÍE!

Carta realizada por el paciente #203 Joseph Lincoln


 25 de Abril de 1998 

 Dr. Lawrence Michels


Lo que acecha en los campos.

Fue solo hace algunas semanas que los bultos de paja empezaban a alejarse de la casa. Cada mañana cuando despertaba, cada bulto se movía algunos metros del lugar donde se encontraban. Asumía que eran bromistas con cierta capacidad intelectual y métodos de diversión limitados, así que lo ignore. En pocos días, los bultos empezaban a alejarse hacia los límites de la granja. Estaba fastidiado del jueguito para ese entonces y decidí colocarlos en su lugar. Me tomó una tediosa hora ponerlos de nuevo en su lugar, cerca de la casa, y para ese entonces estaba listo para romperle el cuello a cualquier idiota que decidiera infortunarme de tal manera.

 A la mañana siguiente, encontré a todos mis caballos decapitados… El olor fue lo que me despertó. Cada uno de ellos acostado de lado dentro su establo. No había señales de las cabezas. Pasé el resto del día limpiando el desastre y enterrando los restos. Fue entonces, cuando noté que los bultos de paja habían regresado a sus posiciones del día anterior, esparcidos a los lejos, en los campos. Esta vez, los dejé en donde los encontré, resignado, sin darles mayor importancia a ellos sino a mis caballos. Sin duda, quien lo había echo debía pagar por tal aberración.

 Esa noche, me senté en el porche con mi escopeta en mano, y una taza de café en la tabla a mi lado. Me senté por horas, fijando mis ojos en el campo para tratar de encontrar al tipo que movía mis bultos de paja. Finalmente, empecé a quedarme dormido… Y me hubiese quedado dormido, a no ser porque en el momento en que mis ojos empezaban a cerrarse, escuche a los arboles del bosque cercano agitarse y estremecerse. Me levanté, con el corazón latiendo fuertemente; Caminé, con mi escopeta al frente. Tenía que atrapar al bastardo. Esperé ansiosamente por cualquier persona que se acercara lo suficiente para sorprenderme o para yo sorprenderlo a él.

 Fue entonces cuando algo se me acercó lo suficiente para poder yo distinguir su silueta en la oscuridad. La cosa que asechaba en los bosques cercanos a mi granja, parecía no notar que yo estaba sentado cerca. Parecía acechar, encorvada con la postura de un ladrón de carteras. De no ser porque, aun encorvada, tenía unos 4 metros de alto, parecería frágil. Los delgados brazos y piernas, y su pecho emancipado, me recordaban a un animal muriendo de hambre. Sin embargo, esta cosa era increíblemente fuerte, pues vi como cargaba un bulto de paja bajo cada uno de sus brazos con facilidad, y lo acomodaba con cuidado a lo lejos. La observe trabajar, moviendo cada uno de los bultos con cuidado. De vez en cuando se desencordaba para buscar por más bultos en el campo, antes de ajustar el bulto en el que trabajaba.

 Antes de que decidiera retirarme, note que miraba a mi casa. Sentí sus ojos barrerme en la oscuridad, pero no estoy seguro de que me haya visto. Entonces, esa cosa giró sigilosamente y regresó por donde vino, a la oscuridad de los bosques. Me tomó una hora antes de recuperar el valor para osar mover apenas un músculo nuevamente. Me metí a mi casa después de un tiempo, pero no dormí en esa noche. Fue solo hasta que el sol salió, que me atreví a poner un pie fuera de mi porche hacia los campos. Los bultos de paja estaban donde los había dejado, esa cosa. Sin embargo, noté que esta vez no los había movido tan lejos como las noches anteriores; Parecían marcar una especie de línea. Y mientras caminaba alrededor de la casa, vi que formaban un distintivo círculo alrededor de mi casa, conmigo en el centro. Me di cuenta que los bultos estaban formando una especie de frontera, como si esa cosa estuviera enviándome un mensaje. Pude dormir un poco esa noche, y solo porque estaba agotado.

La siguiente mañana, no hubo movimiento de los bultos. No se movieron para nada por el resto de la semana, de hecho. Estaban finalmente donde esa cosa quería que estuvieran. Enfermé tratando de interpretarlos. ¿Por qué esa cosa habría invertido tanta energía moviendo bultos de paja, y amenazarme con tanta violencia en caso de que yo interfiriera? Asesinar mis caballos fue solo eso: una amenaza. Una amenaza inteligente. Sabía que me asustaría, y sabía que entendería las implicaciones. El sonido de un automóvil trabajando cerca del camino a mi granja, un mañana, me dio un golpe de emoción. Planeaba abandonar la granja desde que ví a la cosa, pero no podía irme a pie sin arriesgar a que me hiciera lo que le hizo a mis caballos. Pero, si podía llegar al automóvil que se aproximaba, lo pararía sin importarme quien fuera, así tuviera que asaltarlos.

No tuve la oportunidad.

El carro avanzo lentamente por el camino. Le hice señales para que se apurara. Fue cuando pasó entre dos de los bultos de paja que estaban colocados en cada lado del camino, que escuché un estruendo en los bosques. La cosa salió de repente de entre los árboles corriendo en sus cuatro flácidos y terribles miembros hacia el automóvil. En solo instantes, se lanzó al auto como un felino depredador; en segundos, estaba pelando la carrocería de metal del auto, tratando de llegar al conductor. El hombre, quien haya sido, gritaba, mientras yo solo podía escuchar el crujido del metal y el romperse de lo vidrios. Fue entonces que la cosa lo aplasto en su mano, cuando dejó de gritar el hombre. Lo aventó, y se desencorvó para mirarme nuevamente.

 A plena luz del sol, pude ver la falta de humanidad en ella. Estaba compuesta de algo asqueroso, terrible y… vivo, lo cual estaba pegado formando una burla del semblante humano.

 La cosa se regresó a los bosques, y yo me no logré moverme, había presenciado algo que no pensaba hasta hace poco poder repetir, no podía quitar mis ojos del lugar donde mis esperanzas sucumbieron. Mi ojos miraban a donde se encontraba el auto, con la maquina todavía trabajando, entre los dos bultos de paja. De repente, entendí. El mensaje era claro. Soy el prisionero de esta cosa. Y no se me permiten visitas. Nada podrá cruzar las fronteras que me impuso. Estoy atrapado aquí, por lo que acecha en los campos. Y no me pide nada excepto, que no puedo marcharme de aquí. Es su capricho, yo soy lo que quiere. Aun así, no creo soportar ser el canario de esa cosa.

 He pensado mucho en los últimos días, desde que vi como aplastaba a ese hombre. Si cruzo la frontera de bultos de paja, probablemente me hará lo mismo; Aplastará mi cráneo antes de que pueda poner mis manos para protegerme… Después encontrara una nueva mascota que pueda quedarse quieta sabiendo que esa cosa está esperando afuera, observándola con esos grandes y brillantes ojos pero yo no puedo. He estado pensando en los últimos días y… voy a intentar escapar.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Contacto por llamada

Suena mi teléfono.
—¿Aló?
—Aló, ¿Javier?
—Sí, es él. ¿Quién habla?
—Soy yo, ábreme la puerta.
—¿Perdón, quién?
—Soy yo, ábreme la puerta, estoy afuera.
—¿Quién habla?
—Soy yo, ¡ÁBREME LA PUERTA YA! ¡HACE MUCHO FRÍO!
—¿E… Esto es una broma?
—Ábreme la puerta Javier.
—…
—Rápido, hace mucho frío…
Colgué el teléfono. Corrí a la puerta con lágrimas en los ojos. Era realmente increíble, pero en este caso, estaba acostumbrado a ilusionarme con la mayor facilidad.
Abrí la puerta, pero no había nadie allí. Solo sentí una brisa fresca que corrió por todo mi cuerpo.
Estaba realmente triste, más que confundido o asustado, estaba sumamente triste.
Pero también, ¿qué era lo que esperaba? Ella llevaba tres años muerta, ¿realmente esperaba que apareciera en la puerta de mi casa? No lo sé, sólo sé con seguridad que ésa era su voz.

El curioso caso del Sr.Thompson

Noches atrás el viejo hombre yacía ebrio y destrozado en el sillón de su casa por la muerte de su querida Abigail; él no lo podía creer, hace sólo unas semanas habían celebrado su duodécimo cumpleaños y ella reía y saltaba como si su vida sería próspera por muchos años más. Pero por hechos del destino, y caprichos que muchos aún no pueden digerir, ella se fue, dejando un hoyo gigantesco en Richard Donovan Thompson.
La muerte de la única hija de Rick fue realmente espeluznante para nuestro pequeño pueblo de Bigtown, en Colorado. La noticia rodeó no sólo el lugar, sino que revoloteó por todo el país como un terrible caso de asesinato y violación, pues según los forenses la pequeña sufrió de múltiples ataques de violación y tortura; su pequeño cuerpo fue hallado maltrecho y destrozado en las afueras del pueblo, en un paraje desolado del bosque. Las descripciones de los profesionales indicaron que fue torturada con varios instrumentos quirúrgicos básicos de un cirujano, como bisturíes, dilatadores y lancetas, para rasgar su delicada piel, y su inocencia. Lo más desagradable y horripilante del caso fue que hallaron el cuerpo de Abigail decapitado y bañado en sangre, y una marca sucia y de protagonismo estaba dibujada en su espalda con carboncillo, el bastón de Esculapio.
Yo estuve en la escena del crimen al llevar a Rick preocupado por lo de su hija, sin saber lo que le esperaba ahí. Según me contaba en el trayecto, su hija había salido a las nueve de la noche a la casa de una amiga a una fiesta que ésta ofrecería con sus padres. Le pregunté por qué no la había acompañado hasta la casa de la cumpleañera, y ahí fue cuando el hombre se puso nervioso y comenzó a sentirse terrible y culpable por el caso. Tartamudeando y pegando la mirada a varios lados a la vez, me contó algo que no le creí al principio, me dijo que «ella ya estaba lo suficiente grandecita como para poder ir sola a la calle, que confiaba mucho en su suerte, y que la zona a donde iba no era para nada peligrosa». Yo lo vi con una mirada de asombro, y pensé, «eres una mierda de padre, Rick».
Sabía cómo se portaba el hombre, fue mi vecino por más de quince años y conocía sus actividades, hasta la más minúscula. Trabajaba en obras de construcción y casi todos los días llegaba a casa ebrio a altas horas de la noche sólo a golpear a su esposa Margaret, por distintas razones estúpidas. Escuchaba los gemidos de su esposa y sus llantos, y a veces había noches en que no podía conciliar el sueño porque Margaret me buscaba y me pedía ayuda con los maltratos de su esposo. Me molestaba el caso, pero… no era algo en lo que me correspondía meterme.
Después del nacimiento de su única hija, pasaron seis años para que Margaret se hartara del viejo Rick y lo dejara con la pequeña. Hizo muy mal al hacer eso, y era raro en ella, ya que amaba tanto a su hija que era difícil verlas separadas. Que de la noche a la mañana se esfumara del pueblo sin dejar rastro alguno le pareció raro a los vecinos, y en especial a Rick; todos esos hechos dejaron consternado al viejo y lo endurecieron en un odio total contra el género femenino, blasfemando y diciendo que eran de lo peor. Comenzó a hundirse más en el alcohol y yo veía con frecuencia las prostitutas baratas que llevaba a casa. Según entendía, la preocupación por Abigail era mínima y la que siempre velaba por ella era la vieja señora Smicht, una anciana bonachona y gentil que vivía al frente de los Thompson.
Cuando llegamos al paraje desolado del bosque vimos una multitud de gente rodeando la escena y a varias patrullas en la zona. Al pasearse por el lugar del macabro hecho, Rick reconoció los pequeños zapatos de charol que estrenaría la niña en la fiesta de su amiga bañados en su sangre, ya seca. El hombre quedó anonadado y se puso en blanco; yo intenté pararlo, pero me consternó su actitud, pues se puso furioso y comenzó a decir estupideces. Maldición, fue una escena sacada de un maldito cuento: en vez de llorar por su hija, sacaba en cara lo estúpida que fue en vida; y la gente no lo creía, el padre no lloraba por la muerte de su hija.
El entierro de Abigail fue algo desconcertante, del viejo Rick no brotaba ni una sola lágrima y la única que lloraba desconsoladamente enfrente del ataúd era la señora Smicth, mientras que los presentes le daban el pésame al viejo hombre y él sólo asentía sin decir palabra alguna. La escena me dio tanta pena y coraje a la vez que partí del cementerio del pueblo y fui a mi hogar a tomar unas bocanadas de humo de cigarro, pensando en el curioso caso. Pasadas las once de la noche, Rick llegó totalmente alcoholizado con una vieja rubia mal maquillada con ropas de ramera de quinta; ese tipo era de lo peor, ni siquiera en el día del funeral de su hija dejaría el alcohol y el sexo comprado por luto.
Esto lo cuento en forma de pasado, ya que hace un par de días fue hallado el cuerpo de Rick, frío y tieso en la parte trasera de su casa; tal vez fue justicia divina. El cadáver fue hallado desnudo y con quemaduras en varias partes de su obeso cuerpo, con los genitales mutilados, faltándole uno de sus brazos y su rostro era irreconocible por los horrendos martillazos que el homicida le propinó. Lo que les pareció más curioso del caso a los forenses, y los dejó consternados, fue que hallaron la misma marca que encontraron en su difunta hija; pero esta vez con una frase escrita, también con carboncillo, en su calva y regordeta cabeza: «Así mueren los cerdos».
Nadie asistió a su funeral, al parecer todos en el pueblo lo odiaban por cómo era él y por su actitud con todo lo que rodeó la muerte de su hija. Los policías buscaron pistas para hallar al «Asesino Médico»; sí, así lo apodaron por la escabrosa imagen que impregnaba en sus víctimas. Por mi parte, tampoco podía creer lo sucedido; padre e hija muertos. Escribí unas notas sobre el caso y las actividades que había percibido en la casa de los Thompson y se los mandé a la policía por si les era útil. Lamentablemente, yo estaba en una de mis conferencias en la universidad en el momento del asesinato de Richard, y no pude escuchar ni ver nada.
Por otro lado, después de tantos años aún no puedo creer que Margaret me abandonara por ese perdedor. Pensándolo más a profundidad, el viejo Rick tal vez sí merecía la muerte; fue por eso, tal vez, que en una de esas noches en las cuales Margaret me fue a buscar le destrocé el cráneo con la base de una lámpara, e hizo que aún conserve el cuerpo embalsamado en el viejo baúl de mi sótano desde hace más de seis años, y aún tiene esa apariencia que me enamoró en mi juventud. Fue por eso tal vez que me crucé con la pequeña Abigail aquella noche, cuando ella salió desacompañada e indefensa a la casa de su amiga, y la secuestré y disfruté torturándola y violándola constantemente, mientras ella lloraba y clamaba por su tan pequeña vida; y por capricho mío me quedé con su cabeza como trofeo de guerra, ahora apilada con los restos de su querida madre. Pero honestamente, lo que me parece más gracioso e irónico de todo este caso, es que no fui yo quien llevó a la muerte al viejo Richard Thompson.

miércoles, 7 de agosto de 2013

No lo leas

1ºDebes creerme. Tengo que darte un consejo y tú debes seguirlo sin preguntar: debes dejar de leer esto y pasar directamente hasta el último párrafo. Hazlo sin leer cualquier otro párrafo, y hazlo ahora. Por favor… confía en mí.  
2ºLo que ocurra ahora es completamente tu culpa. Fallaste la prueba y ahora estás en peligro. Yo no quería escribir esto, Ellos me hacen es escribirlo. Mis dedos están sobre el teclado, y tus ojos en estas palabras. Pase lo que pase, no mires hacia otro lado que no sean estas palabras. Continúa leyendo hasta que yo diga lo contrario. Y cuando te diga lo contrario, haz exactamente lo que diga. Porque si no lees esto exactamente como te estoy diciendo, morirás. Escucha cuidadosamente. Primero, debes saltarte el párrafo que le sigue a éste. Sin importar lo que hagas, nunca debes leer el párrafo continuo a éste. Debes ignorarlo completamente, evitando que tus ojos bajen hasta el párrafo que le sigue a éste. Prométemelo. Por el bien de los que te aprecian. Ésta es tu única oportunidad para redimirte por no haber confiado en mí hace un momento. Sáltate el párrafo continuo a éste, y haz lo que se te pida.
3ºEl párrafo prohibido: Tenías que hacerlo, ¿no? Ellos sabían que lo harías. Nada de lo que intentes ahora hará alguna diferencia. Si hay personas a las que ames, llámalas. Diles lo que cualquier otra persona diría a sus seres queridos cuando sabe que está a punto de morir. Resuelve cualquier problema. Haz tus últimas labores. Porque desde este momento, te mantendrás con vida sólo hasta que puedas permanecer despierto. La próxima vez que duermas, será la última. Ellos te están mirando. Están escuchando tus pensamientos. Esperarán por ti; y cuando caigas dormido, Ellos vendrán por ti. Debes confiar en mí.
4ºSi te saltaste el párrafo de arriba, lo has hecho bien. Pero tus problemas aún no han terminado. Por haber confiado en mí durante la segunda pregunta, te has dado a ti mismo una oportunidad para vivir. Esto es lo que necesitas saber: Ellos te están mirando. Ellos están escuchando tus pensamientos. Ellos están esperando que cometas un error. Debes extraer la sangre de alguien a quien tú ames. Una gota, eso es todo, y colócala en tu lengua. Eso es lo que Ellos quieren. Es lo que necesitan. Ellos están dentro de ti ahora, y están esperando. Si por alguna razón en el transcurso del siguiente día hasta que caigas dormido no ofreces la sangre de tu ser querido, nunca volverás a levantarte. Sigue esta advertencia. Y nunca, nunca regreses y leas el párrafo prohibido. Confía en mí.
5ºSi seguiste mi advertencia del primer párrafo, bien hecho. Puedes dejar de leer ahora. Pero nunca, nunca te atrevas a regresar y leer los párrafos que te saltaste. Debes confiar en mí. Y por favor, deséame suerte. Estoy cansado. Tan cansado, no te imaginas cuánto…